17 oct 2022

Una lectura de poesía

Fue una noche rara. Leyeron poetas que me encantan. Otrs no tanto. Pero había algo frío en el aire. Había refrescado. La noche se hizo larga. Cuando me tocó leer, un poeta admirable se la pasó refunfuñando y se movía quisquilloso. Me llamó la atención, porque antes se había quedado quieto, en primera fila, atento y concentrado. Al lado mío, dos chiques hacía ruido, miraban el teléfono, se reían y hablaban en voz alta. Yo pensaba que podrían haberse ido: nadie te obliga a soportar una lectura de poesía. Me distraje mucho. Si no te interesa, te parás y te vas. En fin. Pero ocurrió que justo antes de leer, de casualidad, me crucé con un poeta del que "colecciono", digamos así, sus libros. Eh, Carballar, dijo (no sabía que me conocía). Aguante La rojita, dijo. Un libro que publicó Vox hace más de diez años. Se armó un pequeño revuelo, me saludaron dos o tres personas que no me conocían. Eso me puso de buen humor e hizo que leyera contento (en general, siempre leo contento). Cuando me tocó leer -después de la pandemia, después de una lectura, esa noche, que duró más de media hora- empecé leyendo este poema:


ECCE PUELLA

Cuando el solazo da entre la coraza
de cables y terrazas, van las aves
decampadas del cielo: son las aves
del dolor que sublima esa muchacha,
donan a la gitana adivinante
el camino desierto donde sufre
el duelo en la mirada de las manos
… … … 
… … … 
están ahí, no puede decir nada,
la carne se le pega a las palabras,
la carne se le pega al paladar,
mas no padece, sabe que esta tarde
no hace caer a chicas como ella
… … … 
… … … 
puede ser un retablo, una escena,
… … … 
regocijo de vida que se escurre,
tal esta tarde de los pajaritos
tenaces a la luz de sus naciones–
tupí, hechas de las trazas en el trópico
… … … 
… … … 
… … … 
… … … 
y se cifra en el cambio permanente,
y se derraman las aladas horas.


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