El mal (Obra de Arte Total Paranoia)
Stalin era ya una bestia paranoica indomable. Desconfiaba de todos. Tal era la voluntad de control que parecía que nada podía escapar a su mirada, ni a su juicio. Se sentía amenazado de muerte. Todo murmullo a su alrededor era de complot. Cualquiera podía ser enviado a la horca. Un grupo de generales, para calmarlo, decidió viajar a la Georgia natal, a buscar algo de aquella tierra que ablandara esta furia. Allí encontraron a un viejo compañero de escuela del líder. Un hombre sencillo que vivía en el campo. Lo llevaron a Moscú. Stalin lo reconoció de inmediato. Se organizó una cena. Comieron, bebieron, cantaron canciones georgianas, bailaron melodías del terruño, siguieron bebiendo y rieron. Cerca de la madrugada, Stalin abrazó a su antiguo compañero y con los ojos llenos de lágrimas le dijo: “¿si fuimos tan felices, entonces, por qué vos, también, me querés matar?”.
(Anécdota escuchada a Daniel Guebel)
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