Canto castrato
Por Daniel Link para Perfil
Escuchamos a Cecilia Bartoli cantando Riccardo Broschi. Converso con Diego Carballar, cuyas preciosas intervenciones marcaré con una D. Le digo: La Bartoli es una bestia, ¿no? En sentido literal. En Son qual nave me impresiona (como a todo el mundo) lo mucho que sostiene en el tiempo el primer verso (además de desencadenar una risa incómoda, pone la piel de gallina), pero también el delirio de las “coloraturas”, que transforman el canto en una cosa animal, vacío de todo sentido que no sea la celebración del propio canto.
“En la tapa de un disco, Mission”, contesta D, “aparece pelada, directamente. En las entrevistas para presentar Sacrificium (el disco dedicado a los castrati) mencionaba a Michael Jackson, que hoy es el monstruo máximo. Ella decía que era un castrato de nuestro tiempo”.
¿Cómo hace una mezzo, que por su registro está condenada a los “personajes de carácter” o las “villanas” para llegar al lugar de la diva total? Sacando del archivo las partituras escritas para voces como la suya, no importa si entonces eran desempeñadas por un castrato o por una mujer (creo que vos habías dicho que los castrati se usaban para los roles soberanos).
“Cecilia”, contesta D, “rápidamente comenzó a cantar todo. Empezó con el bel canto y el repertorio, pero en seguida viró hacia los bordes (Mitrídates) y, sobre todo, a esas óperas barrocas llenas de brujas sarracenas (Rinaldo) en donde dio rienda a su bestialidad total (siempre hay un bosque en el que perderse de la civilización)...
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